EL ORÁCULO DE LAS VISIONES ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por... Pecky.
¡Saludos, amigos cinéfagos! ¡Y feliz Navidad!
Este año nuestro tradicional Frikibelén ha tenido que cancelarse por una serie de sabotajes en el que hay varios gatos implicados🐈⬛🐈🐈🐅. Vamos a publicar en su lugar otra cosa que nos ha parecido adecuada a estas fechas.
No había visto esta película hasta hace poco, y la verdad es que me ha gustado más de lo que esperaba. La conseguí hace meses, pero tenía que aguardar al momento adecuado para verla y reseñarla. La película está basada en un cuento de Chris Van Allsburg, autor también del cuento en el que se basa Jumanji (1995). Al parecer se trató de un proyecto muy personal de Tom Hanks, que fue quien compró los derechos sobre el cuento original e hizo un primer borrador de un guion para una película, en el que se basó el guion definitivo. También interpretó (mediante captura de movimiento) a varios de los personajes, incluyendo algunos que interactúan entre ellos en la misma escena.
El protagonista es un niño que ya empieza a ser demasiado mayor para creer en Papá Noel. Sigue pasando la víspera de Navidad despierto, pero ya no para tratar de verlo si no para comprobar que en realidad nunca aparece. Sus sospechas parecen a punto de confirmarse, cuando escucha un sonido inusual y toda la casa empieza a temblar. Sale a la calle corriendo a ver qué pasa y se encuentra que donde antes había una carretera ahora hay una vía de tren, y sobre esta un larguísimo expreso que parece estar esperándole. Un extraño vehículo que resultará ser “Una alfombra mágica sobre raíles”, como dicta la canción de la película.
Un estirado revisor sale a recibirle y le invita a subir al tren, aunque también deja claro que no pasa nada si no lo hace. El niño se muestra intrigado aunque precavido y decide no subir. Tan pronto como el tren se pone en movimiento y el niño se da cuenta que va a seguir su camino con o sin él, echa a correr y salta a su interior.
Ya en el vagón ve que todos los ocupantes son niños en pijama y albornoz como él mismo, y se hace amigo de tres de ellos: una niña valiente y decidida, un chico sabiondo que no cesa de exhibir su capacidad para memorizar datos, y un niño harapiento recogido del barrio más pobre del pueblo. No llegamos a saber el nombre de la mayoría de ellos. Ni tan solo aparecen en los títulos de crédito. El niño protagonista aparece en los créditos como Chico héroe, la niña como Chica héroe, el listillo como Sabelotodo, y el niño pobre como Chico Solitario, aunque de él sí llegamos a enterarnos que se llama Billy. En realidad, son pocos los personajes con nombre propio, y la mayoría de los que lo tienen no se nombran en la película y hemos de remitirnos a los créditos para averiguarlos.
El Polar Express no es para nada un tren convencional. Se dirige al Polo Norte, nada menos que al mismo hogar de Papá Noel. Cuando el revisor pasa pidiendo los boletos el protagonista encuentra uno en su bolsillo, que un segundo antes estaba vacío. El boleto es innecesariamente grande, y de un dorado metalizado, recordando mucho al famoso billete dorado de Charlie y la fábrica de chocolate. O a la entrada de cine mágica de El último gran héroe. El revisor pica los boletos dejando marcadas dos letras diferentes en cada uno, que parecen palabras a medio escribir.
La función del tren no es algo determinante para el conjunto de la Navidad, pero sí es importante. Pasa recogiendo a los niños que están empezando a dudar sobre la existencia de Papá Noel para llevarlos a conocerlo en persona. Y no es un viaje fácil. A ojos de los pasajeros (de la mayoría de ellos, al menos) es un trayecto divertido en el que son atendidos por un elegante revisor y serviciales camareros. Pero la película nos muestra también a los maquinistas, torpes, sucios y desgarbados, que no parecen precisamente grandes profesionales. Pero como se dice en la Marina, “el puesto lo ocupará el más caracterizado”, es decir, el que mejor se desenvuelva en él por su carácter, conocimientos y habilidades aplicables, independientemente de sus estudios específicos, experiencia profesional, e incluso graduación. Puede que los maquinistas que vemos se nos presenten como unos patanes, pero sin duda son “los más caracterizados” para el puesto.
Mi personaje preferido, sin embargo, no son ellos, ni el revisor, ni ninguno de los niños del cuarteto protagonista. Es el vagabundo loco que viaja sobre el techo de los vagones, y que a todas luces es alguna especie de fantasma. Por su forma de comportarse, me recuerda mucho a los Fantasmas de las Navidades de Canción de Navidad? ¿Podría ser el Fantasma de las Navidades no Celebradas? Hay un momento en el que el vagabundo juega con un títere del sr. Scroooge, como sugiriendo una relación con esa otra historia.
He de decir que para mi gusto la película decae un tanto a partir de cuando llegan al Polo Norte. Toda la parte del viaje y los exagerados incidentes que ocurren durante el mismo me encanta. Me gusta mucho la idea de que la Navidad no sea algo que simplemente pase porque se llega a una fecha determinada, sino que hay un complejo operativo detrás que tiene que afrontar una serie de dificultades para que todo marche bien un año tras otro. Como en Pesadilla antes de Navidad, en la que los habitantes de Ciudad de Halloween empiezan a preparar un Halloween al día siguiente de terminar el anterior, y dedican todo su tiempo y energías a ello a lo largo del año. O (como se sugiere en la reciente Reyes contra Santa) que la Navidad sea la versión actual de un conjunto de antiguos rituales mágicos que precisa de la participación de millones de personas, cuya función es mantener al mundo a salvo del Mal absoluto, y que por eso es importante que se siga celebrando.
La ciudad del Polo Norte no se nos presenta como un pequeño conjunto de cabañas de madera cubiertas de nieve, como es habitual, sino como una urbe inmensa e industrializada con una actividad frenética, pero festiva. Una vez en ella los problemas de los niños protagonistas continúan porque se separan accidentalmente del resto, terminan perdiéndose, y deben buscar el camino para llegar a tiempo de conocer a Papá Noel antes de que este parta con su trineo a repartir los regalos. Tras esto, los niños vuelven al tren para hacer el viaje de regreso hasta sus respectivas casas. El revisor pica una segunda vez sus boletos, completando las palabras que había comenzado a escribir para cada uno, y que serán un resumen de lo que han aprendido en su viaje o del rumbo al que deberían encaminar sus vidas.
En definitiva, subirse al Polar Express es eso, un viaje de aprendizaje que debe emprenderse voluntariamente. Todos los niños a los que se les da la oportunidad de creer en Papá Noel (o los Reyes Magos, o sus equivalente regionales) lo hacen. Y a medida que crecen dejan de hacerlo y empiezan a aferrarse a otras fantasías, creencias o ideologías más elaboradas, pero a menudo igualmente ingenuas. La oportunidad de volver a creer en estos seres de la Navidad (no tanto en que existan físicamente, sino creer en aquello que simbolizan) es un tren que pasa cada año para recoger a cualquiera que desee subirse a él.
Puedes ver la reseña de otra película de animación radicalmente diferente a esta pulsando aquí.
The Polar Express. 2004. Robert Zemeckis, William Broyles Jr. (guion) Robert Zemeckis (director). Warner Bros Pictures & Castle Rock Entertainment.
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