EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.
Saludos, luchadores del espacio.
Esta nueva entrega de La
Saga de los Aznar tiene lugar tras recuperar el control del Valera y acabar
con la absurda dictadura del Imperio Balmer. Los habitantes de la Tierra y las
colonias del Reino del Sol aclamaron a Miguel Ángel como su salvador. Y no era
para menos: ¡Tras dos mil quinientos años de tiranía, la población volvía a ser
libre! Los antiguos gobiernos de la Tierra y las colonias fueron restablecidos.
Todo parecía que iba a empezar a mejorar… hasta que Miguel Ángel proclamó
inesperadamente un régimen de excepción. Con ello se autonombraba gobernante
absoluto del Reino del Sol.

Esto se debió a que la Armada
Espacial había quedado devastada, e indicó a los gobernantes recién
restablecidos de cada país que reponer tropas debía ser la prioridad. La
mayor parte de los recursos debían dedicarse a ello, priorizando esto sobre cualquier
otra consideración. Pero tras librarse de los Balmer, la población ya no quería
saber nada más de guerras. Querían que los recursos del planeta se invirtieran
en diversión, lujos y placer, no en seguridad. Querían comida deliciosa en
lugar de nutritiva, ropas elegantes en lugar de prácticas, viviendas cómodas en
lugar de refugios subterráneos, y televisores a color en lugar de armas de autodefensa.
Ante la negativa de los gobiernos (que él mismo había restablecido) a seguir
sus directrices, Miguel Ángel volvió a unificar el control del planeta, ahora bajo su mando. Esto fue visto por muchos como algo necesario para
mantener y proteger la seguridad conseguida con la caída de los Balmer, pero
muchos otros lo consideraron una nueva dictadura.
Durante un desfile por una
concurrida calle, alguien lanzó un explosivo casero contra el vehículo de
Miguel Ángel y su esposa Carmencita. La detonación del artefacto le hirió a él
y la mató a ella. Esto y lo anterior ocurrió pocos meses después del fin de El coloso en rebeldía. La historia de este comienza en realidad unos veintitrés
años después.
Miguel Ángel se ha centrado
totalmente en el rearme del Reino del Sol. Considera que unas pocas décadas de
apretarse el cinturón son un pequeño precio a cambio de un futuro de seguridad.
La calidad de vida de la población no ha mejorado significativamente. Ahora están
a salvo, sí, pero la seguridad es un bien intangible. No es algo que se pueda
tocar, comer o almacenar, y la gente tarda muy poco en dejar de valorarlo.
Un
grupo terrorista bien organizado asalta una casa de retiro que Miguel Ángel emplea
como cuartel, vivienda y despacho. Entran a tiro limpio en mitad de la noche, matan
a algunos guardias y asesores, y lo raptan a él, a doña Mercedes (su madre) y a
un par de asistentes. Su intención es obligar a Miguel Ángel a detener la
producción de naves y autómatas bélicos para destinar los fondos de Defensa a
artículos de consumo. Llevarse también a su madre es simplemente una forma de
presión. Sospechan que amenazarle con matarlo a él no bastará para obligarlo a
seguir sus órdenes, así que lo amenazan con matarla a ella.
Los líderes de este grupo
terrorista son Juan Schmidt y su hija, Otis. Que Juan pusiera a su hija un
nombre masculino ya nos deja claro que no tenía las ideas claras desde el
principio. Además, sus demandas son absurdas. No solo quiere que cese toda la producción
de defensa, sino que todo lo ya fabricado sea destruido.
El Valera no se
encuentra en el Reino del Sol. Partió con una gran parte de las nuevas naves
rumbo a Redención, pues hace mucho que no se tiene contacto con ese planeta.
Por tanto, la destrucción de las naves y autómatas apostados en la Tierra y
planetas vecinos dejaría a estos completamente desprotegidos.
Juan Schmidt no quiere ningún
tipo de presencia militar, dando por sentado que si no hay ejércitos no habrá
guerras. Es el mismo sinsentido de suponer que si no hay policía no habrá
delitos, o que si no hay bomberos no se producirán incendios. Ante la amenaza
de matar a su madre, Miguel Ángel acepta grabar un vídeo en el que comunica a
sus generales las demandas de los terroristas, pero lo hace dejando entrever
que espera no ser obedecido. De este modo piensa que puede proteger a su madre
porque él no se ha negado a dar la orden, y el no cumplirla parecerá una
decisión tomada por otros, sobre la que él no tiene control. Sin embargo, su
rapto y comunicado provocan entre sus generales debates estériles y votaciones
en blanco, y la lealtad a su líder termina imponiéndose al sentido
común. Se aprueba el cese de la industria militar y la destrucción de todo el
material bélico.
A lo largo de los quince
largos y angustiosos días siguientes, Miguel Ángel asiste amargado a la
retransmisión televisada de la destrucción de las naves y ejércitos autómatas.
Esto es recibido con aprobación y júbilo por una gran parte de la población mundial…
hasta que, con los efectivos casi reducidos a cero, el cielo se llena de naves
thorbod. Una lluvia de bombas atómicas cae sobre las ciudades al tiempo que
pequeños drones asesinos se despliegan para matar a todo humano que se ponga a
tiro. Ejércitos de hombres planta desplegados a toda prisa marchan como bosques
vivientes hacia las ciudades. Es un desembarque de tropas tan inmediato y
coordinado que pilla a todos por sorpresa. No solo eso, sino que empiezan a
desplegar también tropas autómatas miniaturizadas. Demuestran así que se han
apoderado o replicado de algún modo esta tecnología exclusiva hasta ahora de los
supervivientes de Exilio y sus descendientes.
La noticia llega en directo a
Miguel Ángel, que estaba viendo un partido de fútbol en ese momento. Los
camarógrafos enfocan aterrados a las naves thorbod sobrevolando el estadio y a los
hongos atómicos que están formándose en el horizonte. Otis no tarda en irrumpir
en su celda… para preguntarle qué va a hacer para proteger la Tierra. ¡Es el
líder de las Fuerzas de Defensa y, por tanto, su obligación es salvarles! Los
terroristas acceden rápidamente a liberarle a él y a sus asistentes a cambio de
que hagan algo al respecto y les proporcionan armaduras de combate con mochilas
propulsoras ¡Magra ayuda tras provocar la destrucción de casi toda la capacidad bélica de la
Tierra! Miguel Ángel, sus asistentes y Otis salen volando (literalmente) para
reunirse con el Estado Mayor de Defensa. Doña Mercedes se queda en la relativa
seguridad del escondrijo de los terroristas.
Mientras vuelan a cuatro mil
metros de altura y 800 km/h enfundados en las armaduras de combate, quedan
enredados en una nube de miles de hombres planta lanzados en paracaídas desde
naves thorbod. Esto separa al grupo: los dos asistentes por un lado y Miguel
Ángel con Otis por otro. Así logran reunirse con algunas de las tropas que han
podido reaccionar a la ofensiva thorbod. A bordo de una nave terrestre, Miguel
Ángel se hace una idea más clara de la situación real, y se da cuenta del fatal
error de los thorbod: la falta de imaginación.
Algo que caracteriza a estas criaturas es su
escasa iniciativa. El ciudadano o soldado thorbod es criado para obedecer sin
cuestionar a sus líderes. Esto ha sido así desde tiempos inmemoriales. Es
posible que se hayan apoderado de la tecnología de miniaturización, pero solo
la usan para reducir tropas y municiones, y transportarlas en mayor cantidad.
Cuando lo que queda del Ejército Autómata terrestre se despliega (unas mil
divisiones con un millón de soldados robot cada una), empiezan a cambiar las
tornas del combate. Los humanos han armado a sus autómatas con ametralladoras
atómicas modificadas. En lugar de ráfagas de balas con una carga explosiva,
disparan torpedos robot miniaturizados. En cuanto se alejan a distancia segura,
los torpedos recuperan su tamaño y potencia habitual. Así, mil millones de
soldados robot comienzan a disparar torpedos de quince metros de largo y metro
y medio de diámetro. Cada uno lleva una cabeza atómica y un sistema de IA que guía
el proyectil al punto más vulnerable del enemigo.
Pese a que las tropas de invasión son más
numerosas, los thorbod embarcaron principalmente hombres planta. Estos, al ser
seres vivos, no pueden miniaturizarse. Sus ejércitos autómatas han sido
miniaturizados para transporte, pero no mejorados desde que desarrollaron a los
hombres planta como infantería. Sus soldados y vehículos robot están obsoletos.
La mentalidad thorbod asume que, si los hombres planta son mejores que los
robots en general, deben serlo en toda situación. Naturalmente, no es así.
Mucho más numerosas pero menos variadas o adaptables, las tropas thorbod se
muestran ineficientes en cuanto pierden el factor sorpresa. La batalla a nivel del suelo apenas tarda
diez horas en empezar a decantarse a favor de los humanos.
La principal ventaja con la
que cuentan los thorbod son sus naves, lo que les permite desplegar o trasladar
muy rápidamente sus tropas a cualquier lugar del planeta. El desmantelamiento
de las fuerzas terrícolas comenzó y se centró especialmente en su flota, por lo
que ahora les quedan muy pocas naves, y la mayor parte de estas se encuentran
estacionadas en Venus. El plan de Miguel Ángel es enzarzar a los thorbod en una
guerra de desgaste, dejarles sin hombres planta ni autómatas para obligar a las
naves a exponerse más al fuego antiaéreo de su infantería con ametralladoras de
torpedos, a fin de mantener la presión. Está dispuesto a sacrificar a todo lo
que queda de las Fuerzas de Defensa en la Tierra (tanto autómatas como soldados
humanos, él incluido) con el objetivo de desgastar la flota thorbod lo máximo
posible, antes de hacer intervenir las naves de Venus. De esta forma espera
compensar, tanto como sea posible, la diferencia de números entre una y otra
flota, antes de un choque definitivo.
Para dotar a sus tropas de la
movilidad que les falta por carecer de buques, recurren a trucos como
miniaturizar divisiones de autómatas y tanques robot, introducirlos en
proyectiles de artillería sustituyendo la carga explosiva y dispararlos por
encima de las líneas enemigas para que recuperen su tamaño normal en la
retaguardia. Puede que los thorbod sean más inteligentes, pero los humanos son
más ingeniosos. Y, como dijo Einstein “La imaginación es más valiosa que el
conocimiento”.
La batalla prosigue sin
tregua, a un nivel difícil de medir. Cada minuto de combate deja millares de
bajas. Cada día de conflicto se consumen o destruyen recursos que tardaron dos
años en producirse. Los bosques de hombres planta, que se alimentan de carne,
desatan escenas del terror más visceral entre la población cuando devoran a los
humanos muertos y heridos que quedan a su alcance. Los mismos ciudadanos que una
semana antes abucheaban a los militares y aplaudían la destrucción de las
naves, ahora claman por armas y armaduras con las que defenderse de los
invasores.
Con la incorporación de
milicias voluntarias a las Fuerzas de Defensa, la batalla en tierra se inclina
definitivamente a favor de los terrestres, pero la supremacía aérea sigue
siendo de los thorbod. A la tercera semana de combates, la bestia gris muestra
signos de debilidad al movilizar las tropas que atacaban las colonias y
factorías de Marte para apoyar la invasión de la Tierra, incapaz de mantener dos
invasiones planetarias a la vez. Sobrepasados por estos refuerzos enemigos, las
tenues esperanzas de los terrestres de sobrevivir a su plan de victoria a largo
plazo se desvanecen, aunque persisten aferrados a su objetivo final.
Durante el conflicto, Miguel
Ángel y Otis han permanecido juntos en el búnker de mando. Y como dicta la
ficción en estos casos de antiguos rivales obligados a convivir y hacer frente a un
enemigo común, han terminado enamorándose perdidamente. Justo antes de lo que
todos intuyen como la batalla final, se improvisa en el búnker una rápida boda
cuyos “Sí, quiero” no son acompañados por los tañidos de campañas, sino por el
tronar cada vez más cercano de las explosiones atómicas. A continuación, él y
sus generales se enfundan en armaduras de combate y abandonan el búnker para
unirse a los últimos cien mil soldados robot en pie, disparando ametralladoras
de torpedos directamente contra las naves thorbod de cincuenta kilómetros de
eslora. Sorprendentemente, estas responden no con misiles, sino con rociadas de
explosivos convencionales. La bestia gris ha agotado su arsenál de
torpedos robot, obligando a sus naves y autómatas a un combate mucho más
cercano y arriesgado.
En estas circunstancias, los
soldados autómata terrestres devastan las filas de infantería enemiga y
derriban varias naves ya desprovistas de contramedidas. Una oleada de drones
asesinos (demasiado pequeños para convertirse en blancos preferentes de la IA
de los torpedos) trata de igualar las tornas, pero es abatida por milicias
civiles armadas con fusiles de diversos calibres y nidos de ametralladoras.
Tras los drones avanzan los últimos millones de hombres planta, hambrientos de
carne humana y tan resistentes que cada uno precisa un impacto equivalente al de
una granada antitanque para ser derribado.
Durante diecisiete días más,
los restos de ambos ejércitos se masacran mutuamente, hasta que por fin llega
la flota de Venus. Pese a que los thorbod habían bloqueado las comunicaciones
Tierra-Venus para impedirlo, Miguel Ángel guardaba un último as bajo la manga:
tres bombas de hidrógeno que fueron lanzadas a la estratosfera cuando se comprobó que la
flota invasora se había quedado sin torpedos. Las brillantes detonaciones
verdosas de estos proyectiles, visibles desde Venus mediante telescopios que no han dejado de enfocar la Tierra en ningún momento, son el equivalente a hacerse señales con bengalas
de un planeta a otro. Obedeciendo a esta señal preacordada, la flota venusiana
zarpó de inmediato.
A su llegada, con las cámaras de torpedos llenas y frente a una flota
thorbod desarmada, la flota venusiana barre al invasor de los cielos y el espacio en menos de un día. A
continuación, despliega nuevas divisiones autómata para aniquilar a la
infantería thorbod aún activa en superficie.
La Tierra vuelve a salvarse, esta
vez a costa de gran parte de su población, ciudades e industria. Miguel Ángel
sobrevive, pero su espíritu se quiebra. Está harto de luchar por los demás, cansado
de defender a la humanidad y luego ser criminalizado por ello cuando ya no se
le necesita. Su ahora esposa Otis le pregunta si retomará su plan de centrar
los esfuerzos del Reino del Sol en el rearme, y él responde que ya no le
importa. Su intención es restablecer de nuevo los antiguos gobiernos de la
Tierra y dejar que estos se apañen como puedan.
Y más allá de las monumentales
batallas épicas del autor, el tema de fondo que se nos plantea aquí con el
grupo terrorista que pretendía desmantelar el ejército, creo que está claro. Es
la eterna lucha política entre la izquierda (que básicamente aboga por una
mayor libertad personal aun a menoscabo de las leyes que sostienen la seguridad
colectiva) y la derecha (que viene a ser lo contrario, más seguridad para todos
a cambio de recortes en las libertades del individuo). ¿Hasta qué punto el
deseo de unos por una mayor seguridad justifica un gobierno más estricto y
autoritario para todos? Y a la vez ¿Hasta qué punto el ansia de confort personal
de otros justifica el sacrificar los medios que permiten a todos defenderse de
amenazas reales?
Esto se nos representa también en la
población que reniega de la seguridad que le proporciona el elevado gasto
militar pero luego exige ser protegida cuando ya se ven en medio del desastre. La
paradoja de todo esto es que la verdadera libertad no es posible si no se
está dispuesto a respaldarla mediante un sistema de prohibiciones y castigos, y
la seguridad se vuelve tiranía cuando se convierte en la excusa de un
injustificable exceso de control.
La enseñanza que nos deja
esto, es que hay que amoldarse a las circunstancias y no empecinarse en
perseguir siempre lo mismo, sino lo que sea más necesario en cada momento.
En tiempos de calma y prosperidad es normal querer más libertad, y en tiempos
de crisis y aumento de la delincuencia, es normal querer más seguridad. Lo que
no es normal, es pretender aplicar siempre una misma solución a problemas
distintos. ¡Recordemos que la falta de flexibilidad fue lo que terminó
perdiendo a los thorbod!
¡Próximamente en sus kioscos, Luz sólida! Hasta que esté disponible, puedes repasar la saga desde el inicio pulsando aquí.
La bestia capitula. 1974 (reescritura del texto original de 1955). George H. White [Pascual Eguídanos]. La saga de los Aznar nº 23. Editorial Valenciana S. A.