EL ORÁCULO DE LAS VISIONES ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por... Pecky.
¡Saludos, amigos cinéfagos!
Tras el estreno de Tiburón en 1975 muchos productores se pusieron a hacer películas de escualos más o menos grandes y más o menos raros. Pero no todo en la vida (ni en el cine de verano) pueden ser tiburones, por lo que también vimos orcas, pulpos, calamares, cangrejos y (¿por qué no?) pirañas. Cualquier cosa que pudiera hacer que el público mirara con suspicacia la playa a la que iba a ir a chapuzarse al día siguiente valía, y así fue como un pequeño grupo de genios se unió para dar forma a esta película: Joe Dante en la dirección, Rob Bottin a cargo del maquillaje de mordiscos y heridas, y Roger Corman metiendo baza todo lo que pudo como productor.
Cuando escribió Drácula, Bram Stoker sacó al vampiro de su Transilvania natal para trasladarlo a Inglaterra porque la mayor parte de sus lectores iban a ser ingleses. Hizo esto porque al aproximar el monstruo a los lectores, al situar la amenaza en la puerta de su casa, esta resultaba más inquietante. No es lo mismo un monstruo que mata gente con nombres y costumbres extrañas en un lejano país, que uno que mata gente que se llama igual que tú y tus conocidos en tu propia tierra. Lo de estrenar o emitir películas de monstruos marinos precisamente en verano, cuando la gente de tierra a dentro tiende a buscar la playa, se hace con la misma intención de buscar un mayor impacto. Es precisamente cuando más van a grabarse en el recuerdo del público potencial.
Bueno, centrémonos, que estoy divagando otra vez: a pleno sol del verano y yendo a la playa un día de cada dos, lo que toca es darle al público tiburones, pulpos y pirañas, no hombres lobo, fantasmas y vampiros.
Piraña comienza con una parejita de excursionistas deambulando por el bosque. Se les ha hecho de noche y aún están buscando un buen lugar para acampar. Encuentran un recinto verjado pero aparentemente abandonado. La verja, cochambrosa y oxidada está llena de huecos, y se cuelan por uno de ellos. El recinto contiene un gran edificio y también una piscina, en la que deciden darse un chapuzón a pesar que el agua no está precisamente muy limpia. Algo que al parecer vive en el agua les ataca, y ninguno de los dos sale ya de la piscina. No se nos revela todavía de que criatura se trata, y de hecho tardaremos bastante en enterarnos, así que yo tampoco os lo contaré… 🤔... un momento, pero si la película se titula Piraña… 🤔... bueno, pues sí, son pirañas. De haber llevado otro título quizá la revelación de cuál es la amenaza (que no tiene lugar hasta la mitad de la película) habría resultado más impactante. El caso es que la piscina está llena de pirañas y se zampan a los excursionistas. Nada mejor que un tentempié a medianoche, y además servido a domicilio.
Los familiares de la parejita contratan a una agencia para que los encuentren, amén de las pesquisas más convencionales que pueda estar efectuando la policía. La agencia a su vez envía a Maggie, una descarada y despistada investigadora con mucho entusiasmo pero pocas luces, en cuya primera aparición en pantalla nos la encontramos jugando a una maquina arcade de Jaws.
Deambulando por la zona, Maggie llega hasta la cabaña de Paul, un hombre solitario y gruñón al que le basta con la compañía de sus botellas de licor para sentirse feliz. De algún modo Maggie logra convencer a Paul para que le acompañe a buscar a los chavales. Este le guía hasta el único lugar que hay por las inmediaciones en el que él cree posible que se puedan haber refugiado: las instalaciones que vimos al principio, que resultan ser una antigua piscifactoría abandonada.
Oficialmente abandonada, al menos, ya que en el interior del edificio encuentran evidencias de que el lugar está habitado. Hay así mismo un laboratorio en el que se conservan en tarros extraños peces que parecen mutaciones, y algún que otro ejemplar vivo.
Allí encuentran también las mochilas y algunos objetos personales de los excursionistas. Maggie decide dragar la piscina para comprobar si pudieran haberse ahogado y estar sus cuerpos en el fondo. Tan pronto como acciona la bomba de drenaje que vierte el contenido de la piscina al rio, un hombre aparece y se lanza sobre ellos para tratar de impedirlo, pero ya es tarde. El agua de la piscina y aquello que contuviera se han vertido al rio. Lo que mató a los excursionistas ahora se desliza rio abajo, hacia el mar.
Tras un acalorado debate (golpes, gritos, contusiones, una brecha en la cabeza, ese tipo de cosas) el hombre de la instalación termina confesándoles que se llama Robert. Él fue un científico militar al que el gobierno puso al mando de un proyecto secreto durante la guerra de Vietnam. Su deber era desarrollar una variedad de piraña capaz de sobrevivir en cualquier clima y temperatura, para verterlas en los arrozales y sistemas fluviales del Vietcong. Se esperaba con esto debilitar por hambre al enemigo, al impedirles recoger el arroz y acabar con la pesca de los ríos. Pero la guerra acabó antes que el proyecto estuviera terminado y se le ordenó parar la investigación. Envenenaron los contenedores para acabar con las pirañas de prueba, pero Robert estaba experimentando con varios tipos de ellas, cada una con distintas mutaciones. Hubo una variedad que no solo sobrevivió al veneno, sino que se comió los cadáveres de las que murieron y han estado reproduciéndose desde entonces, en la piscina que Maggie ha vaciado.
Ahora un gran cardumen de esas hambrientas criaturas, capaces de vivir tanto en aguas frías como cálidas, tanto en aguas dulces como saladas, va rio abajo camino al mar abierto. Y hasta que lleguen allí se irán encontrando con pescadores, un campamento de verano lleno de críos disfrutando del rio (entre los que se encuentra la propia hija de Paul), bañistas, buceadores y la inauguración de un resort vacacional cuyo principal atractivo son las actividades acuáticas. Todo un variado y excitante festín para unas criaturas que desde que nacieron han estado encerradas en una sucia piscina alimentadas con sobras.
Casi podríamos describir esta película como de carreras, porque desde el momento en que la piscina es drenada todo se convierte en una; las pirañas corren hacia la comida y la libertad del mar, mientras que Paul y Maggie corren tras ellas, ya sea por rio o carretera, tratando de adelantarlas para salvar a la gente o bloquearles el paso.
La película tiene un detalle muy curioso y llamativo que no se desarrolla y queda como un cabo suelto. Cuando Maggie y Paul entran al laboratorio de Robert vemos que entre los frascos de peces mutados se mueve una extrañísima criatura. Parece un ser totalmente anfibio, capaz de respirar aire sin problemas, y se desplaza sobre piernas. Observa a los intrusos con curiosidad pero también con miedo, escondiéndose de ellos pero sin dejar de observarlos, demostrando una inteligencia bastante más desarrollada de lo normal en un pez convencional.
Robert comenta más adelante haber probado diferentes tipos de mutaciones y adaptaciones, y puede que esa criatura fuera un intento de crear una piraña terrestre capaz de desplazarse a pie por tierra firme, de un lago o rio a otro si fuera necesario.
El personaje que encuentro más interesante es el doctor Robert. Cuando Maggie vacía la piscina no encuentran los esqueletos de los excursionistas en el fondo, y esto solo puede deberse a que Robert los ha sacado previamente de allí para enterrarlos o esconderlos. La chica llevaba al cuello un colgante cuando se lanzó al agua, que Maggie encuentra fuera de esta, por lo que tampoco puede ser que las pirañas se comieran hasta los huesos. El colgante debía seguir puesto en el esqueleto cuando Robert lo sacó del agua, y quizá fue entonces cuando se desprendió del cuerpo. Esto es una forma de indicarnos que Robert está dispuesto a ocultar las muertes con tal de seguir con su trabajo. No parece importarle lo más mínimo que haya gente muriendo, o el uso que se pretendía dar a su creación.
Y sin embargo, cuando más adelante ve a un niño en peligro en medio del rio, se lanza sin pensarlo a por él aún sabiendo que el agua está llena de pirañas y probablemente lo van a hacer trizas. Robert logra salvar al niño, pero sufre graves heridas y aunque llegan a subirlo a bordo de la balsa, muere desangrado poco después. El niño, que acaba de perder a su padre devorado por las pirañas, se apega a este otro adulto que le ha salvado. Aunque es evidente que Robert está muerto cuando lo empujan al rio como distracción para las pirañas, el niño trata de impedirlo. Se aferra desesperadamente a ese cuerpo del que no sabe ni el nombre pero al que de algún modo relaciona con su padre, porque para un niño que aún no sabe nada de reproducción ni biología, padres son los adultos que le protegen y le cuidan. Esta combinación de situaciones me sugiere que Robert tiene un hijo en algún lado, o lo tuvo, o quizá le hubiese gustado tenerlo. Pero muere desangrado y luego lo usan como cebo para pirañas, y no llegamos a enterarnos.
Piraña tuvo dos secuelas, una real titulada Piraña 2: los vampiros del mar (1981), y otra titulada Piraña (1995), que al menos en España se anunció como Piraña 3 pero que en realidad era otra vez la primera película vuelta al filmar casi plano a plano y palabra a palabra. El remake cambiaba algunos personajes masculinos (como a Robert, o el monitor del campamento de verano) por otros femeninos, eliminaba la escena de la piraña con piernas, y poco más. Piraña 2: los vampiros del mar trata precisamente sobre una variedad diferente de piraña a la que se cruzó con peces voladores y que por tanto tienen la capacidad de desplazarse cortos trechos por el aire. Es una lástima que la “tercera” Piraña se redujera a un simple e innecesario remake en lugar de seguir desarrollando el tema de las variedades mutantes con diferentes capacidades o habilidades, como la piraña terrestre de la primera película.
Puedes ver la reseña de la segunda parte pulsando aquí.
Piranha. 1978. John Sayles, Richard Robinson (guion) Joe Dante (director) Bradford Dillman, Kevin McCarthy (actores principales) Heather Menzies (actriz principal). United Artist.