EL ORÁCULO DE LAS VISIONES ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por... Pecky.
¡Saludos, amigos cinéfagos!
Vamos a dedicar todo octubre (o al menos la mayor parte de él) al tema
del terror, que para eso estamos a las puertas de Halloween. Lo que toca hoy es
una de esas películas que no me canso de ver. No es una gran película si nos ceñimos a los cánones que siguen los críticos oficiales, pero
tiene una extraña cualidad hipnótica. Se trata de Demons (Demoni,
1985), dirigida por Lamberto Bava (hijo del también famoso director Mario
Bava), producida por Dario Argento, con música de Claudio Simonetti (Goblin) y hasta Michele Soavi en un pequeño pero importante papel.
Todos ellos son nombres de peso en el cine de terror italiano.

La película es una joyita metanarrativa de atmósfera claustrofóbica,
efectos especiales prácticos, y escenas de violencia y mutación explícitas.
Comienza con la protagonista, Cheryl (Sharon en el doblaje de España), viajando en el metro de Berlín. Esta
escena ya es inquietante porque... no ocurre nada. No hay ninguna amenaza presente, pero
las imágenes y la música están cuidadosamente montadas para dar la impresión de
que algo terrible va a ocurrir, o que incluso ya está ocurriendo sin que nos
hayamos dado cuenta. Nos muestran imágenes que no deberían ser inquietantes,
pero nos ponen en alerta: la mirada vacía de un hombre, el peinado extraño de una
mujer, algo tan habitual como la entrada en un túnel oscuro que hace que
dejemos de ver temporalmente a las personas que tenemos alrededor…
Todo ello
está filmado como una escena de terror, pese a que es una situación del todo
común. La propia Cheryl parece asustada, como si notara lo mismo que nosotros (¿Lo veis? ¡Ella lo nota también! ¡No estamos locos!).
Esta escena nos conecta desde el principio con ella. A nuestro lado de la
pantalla sentimos que está pasando algo aunque no haya amenazas visibles, y al
otro lado de la pantalla Cheryl lo está sintiendo también.
El vagón se detiene en su estación y Cheryl sale, aliviada, como si se
hubiese librado de algo terrible. Pero entonces, un hombre siniestro con medio
rostro cubierto por una máscara cromada empieza a seguirla, y sin habernos
recuperado de la primera escena, nos vemos metidos en otra… que también queda
en nada. Cuando esta especie de silencioso fantasma de la ópera, al que creía
haber dejado atrás, aparece de pronto ante ella y la intercepta, se limita a
tenderle una entrada gratuita para el pase inaugural de un cine. Un cine,
además, con un nombre vulgar, que no sugiere nada raro: Metropol. Ella acepta la entrada sin sospechar nada… pero como
veremos más adelante, todo forma parte de un ritual. Ha sido seleccionada para
un sacrificio, y este ha de ser voluntario… más o menos. En el momento en que
ella acepta la entrada, acepta también su papel en un ritual del que
todavía no sabe nada. De hecho, Cheryl comete el error de pedirle al
enmascarado una segunda entrada para una amiga, y este se la entrega.
Así es como Cheryl y su amiga llegan al cine, donde se reúnen con
otros personajes: una joven pareja, dos viriles estudiantes que enseguida le
echan el ojo a las chicas, un chulo que ha llevado a dos de sus
prostitutas al cine porque se ve que el trabajo flojea esa noche, y un hombre ciego
acompañado por su (in)fiel esposa, entre otros. El cine está decorado con una variedad de
objetos desparejados que parecen haber sido comprados a toda prisa en una
tienda de artículos de segunda mano, con la sola intención de llenar el hall
con algo llamativo. El centro del hall lo preside una especie de maniquí de
samurái subido a una moto real mientras sostiene una katana, también real. Del
manillar de la moto cuelga una máscara de demonio que parece lo más falso y
cutre de todo. Tonteando, una de las prostitutas se prueba la máscara,
haciéndose un pequeño corte en una mejilla al quitársela.
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La película está hecha para engañar y desconcertar. No solo por todo lo
que vimos antes con la aparente amenaza del metro que no llega a concretarse, o la
persecución del enmascarado que resulta ser solo un gancho publicitario de una
película. Aquí sigue jugando con esto a través de la recepcionista: una mujer
de mirada fría, distante, con movimientos casi mecánicos, como si el maniquí
fuera ella y no el que está sobre la moto. No sonríe a la gente que entra en el
cine, lo cual es una atención básica a todo cliente. Incluso cuando habla con
ellos lo hace en un tono cortante. Su actitud sugiere que está implicada de
algún modo en lo que va a pasar, pero cuando el horror se desata se convierte
en una víctima más, sin inmunidad ni privilegios de ningún tipo. Pero me estoy
adelantando.
El grupo pasa a la sala para ver la película, sin saber todavía cuál es.
En la entrada que les regalaron (en la invitación al ritual que ellos
aceptaron) no se indicaba ningún título, ni hay tampoco cartel anunciador en el
exterior o interior del cine. El caso es que la película comienza con una
variante de la enigmática frase que el pintor Francisco de Goya escribió al pie
de uno de sus cuadros: “El sueño de la razón produce monstruos”. Esa película
que los protagonistas están viendo, dentro de la película en la que están ellos
(que a su vez estamos viendo nosotros), trata sobre un grupo de chavales que,
trasteando entre unas ruinas recién descubiertas, encuentran lo que a todas
luces es la tumba de Nostradamus. En su interior hallan un libro escrito en latín,
que uno de ellos chapurrea lo suficiente como para darse cuenta de que es un
segundo libro de profecías, en el que se describe la caída del mundo a manos de
una horda de demonios. Junto al libro hay también una máscara como la que vimos
en el hall. Tonteando, uno de los chavales se prueba la máscara, haciéndose un
pequeño corte en una mejilla al quitársela… esto nos resulta familiar, ¿verdad? Una de las
cosas que advierte el libro es que si alguien se pone la máscara demoníaca, él
mismo se convertirá en demonio.
En la sala de cine, la prostituta que se cortó con la máscara del hall
empieza a notar cómo el rostro le duele cada vez más y no deja de sangrar. Y
aquí es donde todo se descontrola. El ritual se ha iniciado al fin, y se
establece un paralelismo entre lo que ocurre a ambos lados de la pantalla. En
la película que están viendo los personajes, el joven que se puso la máscara
enloquece y empieza a asesinar a sus amigos, mientras la prostituta, que ha ido
al cuarto de baño a tratar de contener la sangre que no cesa de brotar del
aparentemente inocuo corte, se transforma en una aberrante criatura. La mujer
poseída ataca a su amiga cuando esta va a buscarla al baño, quien también se
convierte en una criatura similar. La infección se transmite por contacto
físico, como una plaga sobrenatural. No son exactamente zombis, ni demonios tal
como los entendemos. Recuerdan un tanto a los deadites de Evil Dead,
cuatro años anterior: cadáveres humanos grotescamente deformados y poseídos por
espíritus infernales. La transformación es rápida, dolorosa y estomagante… y el
afectado es consciente de lo que le está sucediendo y de cómo va a terminar.
El cine no tarda en convertirse en un matadero puesto que casi toda
víctima de uno de estos demonios, aunque salga del encuentro con tan solo un
arañazo, se transforma rápidamente en uno de ellos, salvo unos pocos elegidos
que parecen naturalmente inmunes. Además, una vez que la infección comienza,
las puertas y las ventanas del cine simplemente desaparecen, siendo sustituidas por
muros sólidos, sin aperturas. Esto nos deja claro que no se trata solo de
alguna clase de enfermedad contagiosa, sino que hay poderes sobrenaturales
implicados.
Cuando ven que huir es imposible y que se enfrentan a seres muy
difíciles de matar y a la vez terriblemente letales, los que aún quedan tratan
de detener el ritual destruyendo el proyector de la película, pero esto se
revela inútil. Destrozar el proyector y la cinta no hace desaparecer a los
demonios que ya han sido liberados. Estos elementos ya han cumplido su función…
al igual que la recepcionista de la que hablábamos antes. Una vez se han
desatado todos los infiernos dentro del cine (literalmente), su apariencia fría e
impasible desaparece, y la vemos huir aterrada junto con todos los demás. ¿Ella
fue contratada como recepcionista sin tener ni idea de nada de lo que iba a
pasar, y se le dieron instrucciones de que se comportara así como parte de la
presentación de la película de terror? ¿O estaba implicada de algún modo y
pensó que eso la iba a mantener a salvo? Hay algunas liturgias oscuras en las
que el oficiante es también luego el ofrecido. Y tal como los asistentes acceden
a ser parte del sacrificio sin saberlo al aceptar la entrada que se les ofrece,
quizá la recepcionista también lo hizo, consciente o no de ello, al aceptar el
trabajo. Quizá sabía que algo iba a ocurrir, pero no qué o a qué escala. Lo que seguramente no esperaba es que, una vez cumplido su papel, iba a quedar relegada a ser más carnaza para el sacrificio.
No voy a entrar en muchos más detalles sobre lo que ocurre o deja de
ocurrir en el cine, porque es una sucesión de muertes más o menos entretenidas,
pero el interés está en los propios personajes. No en los protagonistas, porque
Cheryl es una chica del todo pasiva que no tiene ninguna función en la historia
más que ser el anzuelo que nos hace seguirla (como espectadores) al interior
del cine, del mismo modo que la entrada de regalo es el anzuelo con el que la
llevan al cine a ella. Son el resto de personajes a su alrededor los que se
reparten el peso de la historia, como ocurre con la recepcionista.
Otro personaje a la vez secundario e importante es el hombre ciego, al
que acompaña su mujer, que le va describiendo lo que ocurre en la pantalla. Y
sin embargo, precisamente por no ver las imágenes, parece ser el primero en
darse cuenta de lo que está pasando. Es como una adaptación moderna del clásico
personaje del vidente ciego, que ve lo sobrenatural como compensación por no
poder ver lo real.
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Luego tenemos también al chulo, un tipo violento que acude al cine con
una navaja automática en el bolsillo, la clase de persona con la que
preferirías no cruzarte, pero que, cuando las cosas se tuercen, adquiere
instintivamente el papel de líder. Empieza a organizar a la gente, a darles
algo que hacer y a mantenerlos ocupados librándose de los cadáveres y formando
barricadas. Al mismo tiempo, entrega su navaja a uno de los jóvenes sin
conocerlo, no solo haciéndose respetar, sino demostrando que está dispuesto a
confiar en los que le apoyen. Es un gran personaje… lo cual no le libra de
acabar asesinado y demonificado como los otros, pero qué le vamos a hacer.
Y pese a que no quería comentar ninguna escena de matanza concreta de
las muchas que jalonan el film, sí hay una que no puedo dejar pasar, y los que
hayáis visto la película ya sabréis cuál es, porque es lo más recordado de
esta: la escena de la moto. La famosa escena de la moto de Demons, en la
que un chico arriesga su vida para salvar a la protagonista pese a que hace
menos de una hora que la conoce. Subido en la moto del hall y blandiendo la katana, se
enfrenta a una marea de enemigos y se convierte temporalmente en una especie de
nueva versión del caballero con brillante armadura al rescate de su dama en
apuros. Solo que, en vez de un caballero, tenemos a un chaval; su brillante
armadura es una camiseta destrozada, su fiel espada es una katana salida de una tienda de empeños, su brioso
corcel una moto, y su dama en apuros… bueno, sí, en apuros está la moza, desde
luego.
Es una escena en la que conduce la moto entre los pasillos atestados de monstruos y botando sobre los respaldos
de los bancos del cine, iluminados como si fueran el túnel de terror de una
feria, rajando a los zombimonios por docenas mientras estos corren y saltan
hacia ellos de forma muy exagerada. A esas alturas, ambos saben que el cine
no tiene salida, que no hay dónde huir, pero todos dentro del cine son
monstruos menos ellos, y lo único que pueden hacer al respecto es mantenerse en
movimiento para que no los atrapen. Un auténtico locurón filmado con estética
de videoclip que, por cierto, podéis ver pulsando aquí si no lo conocéis y
queréis tener claro de lo que os hablo. La escena de la moto solo dura tres minutos
pero no quiero ni pensar en la cantidad de actores que debieron lesionarse para hacerla.
El caso es que a la parejita se le presenta la oportunidad de escapar
cuando un helicóptero se estrella contra el cine, destrozando el techo… ¡Una
salida! Una salida a la que logran llegar solo para encontrarse con que la
epidemia, la maldición o lo que quiera que sea lo que se ha desatado dentro del
cine, se ha extendido a toda la ciudad. Las puertas pueden haber desaparecido
para ellos, pero obviamente no han desaparecido para todos, y uno de los
zombimonios ha escapado para extender su condición a más gente. Salir del
edificio, que siempre fue su objetivo, lo que ellos percibían como su
salvación, solo revela un horror aún mayor.
Y aquí nos encontramos con otro grupo de personajes geniales: una
familia de supervivencialistas que se están abriendo paso entre los monstruos
en una ranchera llena de bolsas de bocadillos y armas, que los recogen. Aún
les (nos) espera un susto final más, y se nos deja con la incógnita de lo que
ocurrirá a partir de ahí.
Hay muchas más cosas que podría resaltar de esta película, como el
verdadero papel del hombre enmascarado que repartía las entradas, la escena
en la que se rasga la pantalla del cine (el velo simbólico entre realidades) creando
otro punto de conexión con la escena que está siendo proyectada, esa otra en la que un demonio genuino completamente formado brota de la espalda de una infectada durante su proceso de transformación…
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...pero escribir
esto ya me ha ocupado un montón de horas, y tampoco se trata de contar la
película completa escena por escena. Siempre hay que dejar algo jugoso sin
contar, para pillar por sorpresa a quienes aún no la han visto y se animen a hacerlo.
Y esta película tiene mucho de jugoso, pringoso y gelatinoso.
Por cierto… hay una Demons 2. Le daremos un repaso un día de estos. A ser posible, antes de final de mes. Mientras tanto, puedes ver más películas de plagas de zombis variadas pulsando aquí.
Demoni. 1985. Dario Argento, Lamberto Bava, Dardano Sacchetti, Franco Ferrini (guion) Lamberto Bava (director) Natasha Hovey, Fiore Argento (actrices principales) Urbano Barberini, Karl Zinny (actores principales). Titanus. Editada en DVD por Manga Films.