EL TEMPLO DE LOS PERGAMINOS ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
Presentado por… el profesor Plot.
Bienhallados, nobles caballeros y damas.
La siguiente aventura es más breve que las anteriores, extendiéndose únicamente del nº 11 a parte del 13. Los nº 11 y 12 son dos de los cuatro que nuestro Supervisor General tuvo de pequeño, junto con el 1 y el 9, por lo que tienen un valor especial para él. Y a pesar de haber sido creados en 1959, estos comics tocan un tema que resulta... curiosamente extrapolable a sucesos recientes.
El volcán de los horrores (nº 11). La anterior aventura del Aguilucho terminó con algo o alguien asomándose desde el interior de una gran caja de víveres… que resulta ser Gisela. Perdidamente enamorada de Marcel, esta decidió acompañar a la expedición como polizona en la carreta de provisiones. Por desgracia, los instantes previos a su aparición (el crujir de la madera de la caja, la tapa levantándose lentamente) han bastado para poner en fuga a los sirvientes que acompañaban a Marcel y Brazos, dejándolos solos (bueno, con Gisela) frente al inminente peligro del Volcán de los Horrores.
Los personajes son entonces acechados por un grupo de cabezudos. Para los que no sean de ahí, los cabezudos son un monstruo del folklore español que son básicamente un tipo de gnomo tamaño humano con una cabeza deforme y totalmente desproporcionada. Según la tradición, los cabezudos y los zaldikos (humanos con cabeza de caballo) son servidores de los gigantes.
El caso es que Marcel carga impetuosamente contra unos cabezudos que se esconden tras unos arbustos, pero esto es una trampa. Los arbustos esconden también un foso al que el muchacho cae, mientras Brazos y Gisela son atrapados con lazos corredizos.
El foso al que ha caído Marcel comunica con una amplia caverna iluminada con antorchas en la que una joven ha sido atada a un poste, como ofrenda a lo que parece ser un dragón con dos cabezas picudas. Desde un palco de piedra, un grupo de cabezudos jalea al monstruo animándolo a zamparse a la joven. Con la velocidad y arrojo que le hicieron ganarse el apodo de Aguilucho, Marcel salta al centro de la caverna, libera a la joven, y se las apaña para matar al descomunal monstruo. Los cabezudos reaccionan disparando una lluvia de dardos envenenados sobre él y su nueva compañera, empleando largas cerbatanas de caña.
A resguardo tras el cuerpo del monstruo, la joven explica a su salvador que ella convivía en el volcán junto a los cabezudos. Recientemente encontró un hombre joven y de buena planta desmayado en el interior del cráter, y estuvo cuidándolo en secreto durante algunos días. Puesto que la presencia de hombres está prohibida en el volcán, se la condenó a muerte tan pronto como se descubrió su falta.
En El misterio de los Batari (nº 12) Marcel se da cuenta que la joven (llamada Mirna) le está describiendo al príncipe Vinglio, a quien él está buscando. Los cabezudos Batari tratan de quemarlos vivos usando petróleo ardiendo, y al enfrentarse a ellos Marcel mata a unos cuantos, derrumbando el palco de piedra en el que se encuentran y precipitándolos a las llamas. Y lo que ocurre entonces hace que Mirna se decida a confesarle la verdad. Mientras las máscaras de cera de los Batari se derriten, revelando que en realidad todos los cabezudos son mujeres, Mirna le explica cómo se llegó a esa situación.
Unos años atrás el pueblo en el que ellas vivían fue atacado por una tribu de bárbaros extranjeros. Las mujeres que lograron huir de ellos se escondieron en el volcán, donde una de ellas, la llamada Salamek, se proclamó a sí misma reina. Lo de extender el rumor de que el volcán estaba encantado y que todas ellas eran monstruos fue para mantener alejados a esos extranjeros. Pero con el tiempo esa medida adoptada como defensa hacia un hecho puntual se convirtió en su forma de vida, y su miedo hacia un grupo de hombres concreto se convirtió en odio hacia todos ellos. Las mujeres se prohibieron a sí mismas abandonar el volcán y se castigaba a toda aquella que pretendiera volver a tener cualquier tipo de contacto con los hombres.
Marcel y Mirna abandonan la cámara del sacrificio y, vagando por los túneles, se encuentran con un extraño desfile. Salamek, sentada en un palanquín y con el rostro oculto bajo una máscara de cotorra, es llevada por sus seguidoras. Éstas aún no se han dado cuenta que simplemente se está aprovechando de su miedo para tenerlas a su servicio y vivir a su costa, como una especie de esclavas voluntarias. La procesión está acompañada por Brazos, Gisela y el príncipe Vinglio, que están siendo llevados maniatados a la cámara del sacrificio para que el dragón de dos cabezas (que aún no saben que ha muerto) se los coma también.
Marcel aprovecha para dirigir a las mujeres disfrazadas de monstruos un discurso que les hace replantearse su autodestructiva ideología. Esto es en realidad una distracción para dar tiempo a Mirna a liberar a los demás, pero cala hondo en ellas, que estaban deseando abandonar esa secta que habían terminado creando casi sin darse cuenta. Marcel y sus amigos escapan mientras la chicas se rebelan contra su supuesta libertadora, que en realidad no es más que su verdadera esclavizadora. Rompen una tras otra sus máscaras de monstruo y acaban con ella, abandonando luego el volcán en busca de hombres con los que formar una familia y vivir una vida real.
Antes de esto, sin embargo, Salamek aun tuvo tiempo de mover una palanca y liberar a una horda de alimañas por el corredor que estaban usando los intrusos para escapar, lo que nos lleva a…
Manada de alimañas (nº 13) en la que vemos la huida final de los personajes a través de los túneles, perseguidos por montones de lagartos, serpientes, arañas, escorpiones, ratas… ninguno de los cuales se atacan entre ellos y marchan todos juntos contra los humanos. Tras escapar de los bichos tienen que salvar un precipicio, cosa que logran aunando algunas de sus ropas para formar una cuerda.
Aquí el entintador pinta al fin las piernas de Marcel del mismo color que sus ropas. Se supone que lleva en todo momento calzas cubriéndole las piernas, pero éstas casi siempre aparecen pintadas igual que su piel. En estas viñetas en las que el personaje aparece descamisado el entintador debió pensar que si lo pintaba entero del mismo color iba a parecer desnudo, así que por fin sus calzas adquieren el color que se supone que tienen. Esto no dura mucho, porque tan pronto como vuelve a cubrirse el torso, sus calzas vuelven a cambiar de color. Deben estar fabricadas con piel de camaleón, o algo así...
Tras salvar el obstáculo del precipicio y navegar por un rio en una barca que encuentran oportunamente en la orilla, llegan hasta el castillo del rey Visir. Marcel cae en la cuenta entonces que al haber rescatado al prometido de la mujer que ama, ha perdido también la oportunidad de cortejarla. Pero el príncipe Vinglio y Mirna se han enamorado mutuamente durante la convalecencia de éste y su huida del volcán. Vinglio renuncia a sus esponsales concertados con Gisela para casarse con la plebeya Mirna, dejando el camino libre a Marcel.
Sin embargo, sigue habiendo un problema para la boda entre Marcel y Gisela. ¡Siempre ha de haber un problema más para mantener la historia en movimiento! Tanto Marcel como Gisela tienen aproximadamente doce años. Claro está que doce años en la Edad Media no implicaban lo mismo que hoy en día. La esperanza de vida en la Europa del siglo XIII rondaba los treintaicinco años, en promedio. Con doce años ya se había cumplido un tercio de esa esperanza de vida, y ya se era mentalmente adulto en ese duro entorno en el que se debía madurar a marchas forzadas… ¡mientras que hoy en día hay gente que no es mentalmente adulta ni con treinta!
Pero si bien doce años era una edad considerada adecuada para que una mujer se casara, era demasiado pronto para que lo hiciera un hombre, al que por el contrario se le exigían un mínimo de logros, experiencia y patrimonio. Marcel debe por tanto demostrar que es lo bastante hombre para casarse… y elije hacerlo marchándose a la próxima cruzada que se organice para tratar de liberar Tierra Santa.
Y aquí es donde entroncamos con la siguiente aventura, y por tanto damos por finalizada esta. Continuaremos con La Secta Negra.
El Aguilucho. 1959. Manuel Gago (guion y dibujo). Reeditado en 1981 por Editorial Valenciana S.A.