EL ORÁCULO DE LAS VISIONES ¡ALERTA DE EXPOILERZ!
¡Saludos, amigos cinéfagos!
El pasado 9 de mayo murió Roger
Corman, uno de esos directores de cine de terror y ciencia ficción legendarios
que nos dio tantas películas geniales y cutres a partes iguales. Nos hubiera
gustado comentar antes alguna de sus películas, pero debido a unas obras que
tenemos por aquí el acceso a nuestro material (películas incluidas) ha estado
(y seguirá estando durante un par de semanitas más) bastante restringido. Ayer
por fin pudimos echar mano a una caja de DVDs entre los cuales estaba este.
Lo primero que hay que
aclarar, es que el título de El palacio de los espíritus (o El palacio encantado en su diferentes distribuciones, The Haunted Palace, en el original) se corresponde a un poema breve de Poe,
pero en realidad la historia está basada en El caso de
Charles Dexter Ward, de Lovecraft. Y no es algo que se intente ocultar.
Quiero decir, que no se tomó la historia de El caso de Charles Dexter Ward y se
cambiaron los nombres y algunos detalles para disimular. ¡El personaje
interpretado por Vincent Price se llama literalmente Charles Dexter Ward! ¿Por
qué se la tituló y publicitó como una historia de Poe? Probablemente porque el
público en general conocía mucho más a Poe y apreciaba más su terror, más convencional
y comprensible, que los extravagantes y retorcidos argumentos de Lovecraft.
Además la productora ya había adaptado varias obras de Poe con Vincent Price como
actor principal, y esto haría que el público viera a esta también como parte de
esa especie de saga.
La historia tiene lugar en la neblinosa
localidad de Arkham, en 1765. Joseph Curwen (interpretado por Vincent Price) y
su amante viven alejados del pueblo en un enorme palacio, donde son regularmente
visitados por las mujeres más jóvenes y guapas de Arkham. Estas simplemente salen
de sus casas en plena noche, sumidas en un extraño trance, y van al encuentro de la siniestra pareja. Cuando la gente del pueblo se harta de Curwen y sus extrañas prácticas
van en su búsqueda, lo sacan a rastras de su casa y lo queman vivo amarrado a
un árbol. Antes de morir Curwen maldice a todo el pueblo, y les advierte que su
castigo se extenderá de una generación a otra.
Ciento diez años después, un descendiente
de Curwen llamado Charles Dexter Ward (también interpretado por Price) llega al
pueblo junto con su esposa Ann para tomar posesión de una herencia, el palacio
de su tatarabuelo. Son recibidos por las gentes del lugar con franca y no
disimulada hostilidad, pues en el pueblo nadie ha olvidado a Curwen.
Desde que
él les lanzó su maldición muchos de los nacidos en el pueblo lo han hecho
deformados. Algunos son poco más que bestias violentas, otro carecen de uno o
ambos ojos, de la boca, tienen alguna extremidad atrofiada, o membranas interdigitales en las manos, como
anfibios. Únicamente el médico local, el doctor Willet, no cree en "la maldición
de Curwen" y achaca todas estas deformidades a mutaciones genéticas hereditarias de origen
incierto.
En realidad (como nos enteraremos más adelante, pero el resumen queda
más claro explicándolo ahora) una cosa y otra son la misma; las jóvenes que
visitaban a Curwen por las noches volvían a sus casas embarazadas, sin saberlo,
pero no de Curwen. Este experimentaba con ellas tratando de que trajeran al
mundo cuerpos más adecuados que los simples humanos, en los que pudieran reencarnarse sus dioses. Formaba
parte de un pequeño culto a los Dioses Primigenios que trataba de traerlos de
vuelta, en los cuerpos que estaba preparando para ellos.
El matrimonio Ward se instala
en el palacio. Su intención es solo pasar la noche allí y volverse por donde
vinieron al día siguiente, visto el recibimiento que sus nuevos vecinos les han
dispensado. En la casa, a modo de cuidador de la
propiedad, encuentran a Simon (interpretado por el siempre inquietante Lon Chaney
Jr.) que en realidad es uno de los miembros originales del culto. No sabemos
(porque no se aclara) si se ha mantenido vivo desde que quemaron a Curwen más
de un siglo atrás o si su espíritu se ha reencarnado en un nuevo cuerpo. Esto
último es lo que le ocurre poco después a Ward. La influencia de la antigua
casa, las palabras de Simon y sobre todo la visión de un cuadro de su
antepasado, hace que el espíritu de Curwen se infiltre en la mente de Ward y
comience a ganarle terreno rápidamente. Como las mentes de Ward y Curwen se
encuentran ahora en el mismo cuerpo y van alternándose el control de este, nos
referiremos a ambos como Ward o Curwen según sea una o la otra la que domine en
cada momento.
Curwen abandona la idea de
renunciar a la casa, trata de convencer a Ann para que se vuelva ella sola a su
antiguo hogar "solo por un tiempo, querida, mientras arreglo la venta de la
propiedad" y comienza a reformar su antiguo culto. No tarda en aparecer un
tercer miembro del culto que no sabemos de donde sale. Simplemente se reúne con Curwen y Simon
en los sótanos secretos del palacio. Es tan posible que lleve allí desde que su
culto se disolvió como que Simon le haya permitido entrar a la casa unos pocos días
antes. Hay muchas cosas que no llegamos a saber.
Hubiera estado bien que la
película se centrara en el tema ese de la creación de mutantes como
receptáculos de la esencia de Dioses Primigenios, pero la trama va por otros
derroteros. Los objetivos inmediatos de Curwen son otros. Por una parte quiere
resucitar a su antigua amante, a la que desentierra del cementerio local y
lleva al palacio para revivirla y regenerar su putrefacto cuerpo mediante
hechizos sacados del mismísimo Necronomicón. Por otra, quiere vengarse
personalmente de los descendientes de los seis hombres que lo ataron al árbol y
quemaron en el pasado. En los cada vez más escasos momentos de lucidez de Ward,
este trata de abandonar el palacio, pero la influencia que la casa ejerce sobre
él es mucha. Su último intento de escapar es frustrado por Simon, que le
convence con una excusa para que retrase su partida unos minutos, haciéndole
firmar un documento. Esto basta para que Curwen vuelva a tomar el control.
Mientras tanto, cuanto más ve
cambiar a su esposo, más se aferra Ann al doctor Willet, que ya es la única
persona de su entorno que no se muestra hostil hacia ella. Es consciente que
algo se ha apoderado de su marido y no le basta con huir de él, sino que quiere
salvarlo de lo que sea que le esté pasando. El doctor también ha notado este
cambio, pero como científico sigue negando la posibilidad de que tenga algo que
ver con magia y espíritus y lo achaca a algún tipo de trastorno psicológico,
quizá influido por la atmosfera opresiva del lugar y la turbia historia de su
antepasado.
El robo del cadáver del
cementerio y la muerte de dos de los seis descendientes de los que quería
vengarse Curwen desata de nuevo las iras del pueblo, que marcha en masa hacia
el palacio con la intención de quemar (otra vez) a Curwen. Para ellos, desde
el principio Ward y Curwen fueron la misma persona. El doctor, decidido a poner
a salvo a la dama como primera medida, se la lleva del palacio. Al cruzar por
el pueblo se enteran de los planes de los aldeanos para ir a linchar a Curwen y
se adelantan a ellos volviendo a toda prisa con él. Encuentran el pasadizo
secreto a los sótanos donde está reunido con su pequeño culto (al que se ha
unido su antigua amante, ya resucitada) y se enfrentan a ellos… perdiendo. Ambos
están a punto de ser sacrificados (o quizá usados con otro fin en el caso de
Ann, porque siguen haciendo falta cuerpos femeninos para gestar mutantes)
cuando los aldeanos irrumpen en el palacio y comienzan a pegarle fuego a todo.
Una de las cosas que queman es el cuadro de Curwen. La destrucción de este, que
al parecer era el receptáculo de la mayor parte de su esencia, parece liberar
la mente de Ward, que recupera de golpe el pleno control de su cuerpo y se
enfrenta al culto para salvar a Ann y el doctor.
Ann y el doctor logran salir
del palacio mientras este arde por los cuatro costados, pero el doctor vuelve a
entrar en un intento de salvar a Ward. Cuando regresa al sótano descubre que
los miembros del culto han desaparecido (ya no sabremos que ocurre con ellos) y Ward
está desvanecido. Emprende el camino de regreso con él y lo saca de la casa
cuando esta es ya poco menos que un infierno. Los aldeanos, que ya lo daban por
muerto, gruñen descontentos al ver a Ward. Ninguno levanta la mano contra él,
quizá porque una vez apagado su estallido inicial de furia empiezan a ser conscientes
de las posibles repercusiones legales de sus actos. Mientras tanto, el casi
asfixiado Ward se aferra tambaleante a un viejo tocón renegrido… el mismo en el
que Curwen fue amarrado y quemado… y por su tono y voz y su expresión
comprendemos que la mente de Curwen vuelve a ser la que controla el cuerpo de
Ward.
La película tiene muy buena
atmosfera. Los decorados y las interpretaciones, así como la banda sonora,
crean una ambientación inmejorable, pero (para mi gusto) tiene un fallo. El argumento
debería haberse centrado en los intentos de Curwen de encarnar a los dioses primigenios,
pero en lugar de ello da tumbos entre su venganza personal contra el pueblo, la
resurrección de su amante, y el estar ganando y perdiendo el control sobre el
cuerpo de Ward. Dedica demasiado tiempo a estas cosas y el concepto principal,
aunque es interesante y está ahí, apenas se desarrolla.
Eso sí, la capacidad de
Vincent Price para mostrar un rostro impasible y reflejar al mismo tiempo una
enconada lucha interna, es increíble. Hay también una escena genial en la que Ward y
Ann pasean por el pueblo y las disientas calles se llenan de pronto de mutantes
y deformes que avanzan a trompicones hacia ellos, cercándoles… para luego
marcharse sin un gesto de agresión ni una amenaza. Es como si los desdichados seres
quisieran recordarle a Curwen o a su descendiente que siguen ahí, que aquello
que provocó sigue haciendo daño, y pidiéndole que lo rectifique.
Con todos sus fallos y aciertos, al final no es ni la mejor ni la peor película
de Corman ni adaptación de la obra de Lovecraft. Sobre esto último, debemos
admitir que casi nada de lo que el maestro de Providence describía era
adaptable en imágenes. Se puede recrear el monstruo, el escenario y la
situación, pero no la sensación que estos elementos transmiten por escrito. Hacia
el final de la película, por ejemplo, llega a verse un mutante en el fondo de
un pozo, enorme y deformado mucho más allá de lo humano, pero son vistazos
breves y nebulosos que hacen que la imagen que retenemos de él dependa más de lo
que complete nuestra imaginación que de lo que realmente llegamos a ver.
Como
curiosidad, en algunos medios aparece Francis Ford Coppola como coguionista, mientras
que en otros se dice que solo se limitó a retocar algunos diálogos.
Puedes ver algo más sobre la obra de Lovecraft pulsando aquí, otra película de este director pulsando aquí, u otra película de Vincent Price pulsando aquí. Para que luego no digáis que no tenéis donde elegir.
The Haunted Palace. 1963. Charles
Beaumont (guion) Roger Corman (director) Vincent Price, Lon Chanley Jr., Frank
Maxwell (actores principales) Debra Paget (actriz principal). American
International Pictures. Editado en DVD en 2002 por Metro-Goldwyn-Mayer Home
Enterteinment.